Una reciente publicación en la revista científica Nature Reviews Clinical Oncology, repasa las serias implicaciones clínicas en el retraso de inicio de los tratamientos con radioterapia, enfocados en las circunstancias de la pandemia por el COVID-19.
El posponer el inicio oportuno de tratamientos ionizantes en personas que padecen cáncer de mama, cuello uterino, tumores de cerebro conocidos como gliomas y, cáncer de cabeza y cuello, impactan de forma negativa las curvas de supervivencia de estas personas.
El oncólogo radioterápico, doctor Rolando Loría, del Centro de Radioterapia Siglo XXI, explica que los tratamientos deben seguir aplicándose, eso si; es importante mantener todas las medidas de seguridad y distanciamiento necesarias para evitar un contagio del COVID-19 en pacientes o acompañantes, más aún; se deben coordinar esfuerzos para brindar el inicio de la terapia dentro de los tiempos óptimos.
“Dado que en algunos casos la radioterapia se puede usar como alternativa a la cirugía o complemento a ella, las razones por las cuales se debe mantener esta opción terapéutica es que no compite con recursos como las camas de hospitalización que están en alta demanda, así como respiradores o las unidades de cuidados intensivos, además; hay bastante experiencia en convertir tratamientos ambulatorios a esquemas más cortos lo que se traduce en menos visitas al centro médico y, en contraste con la mayoría de quimioterapias; la aplicación de radioterapia es menos inmunosupresora, es decir; en muy raras ocasiones, los tratamientos de radioterapia pone en riesgo la disminución de las defensas de la persona”, explica el doctor Loría, basado en la publicación.
Retrasar la radioterapia han demostrado comprometer el control local y la supervivencia de los pacientes, por ejemplo, retrasar el inicio de la radioterapia más de 8 semanas después de la cirugía duplica el riesgo de una recurrencia local en mujeres con cáncer de seno.
Lo mismo sucede con el cáncer de cérvix, existe una disminución del 7,5% en la supervivencia a los 4 años cuando el curso de radioterapia es mayor a 10 semanas, en comparación con aquellos que recibieron menos de 9 semanas, con una reducción del 1,2% en la supervivencia por causa específica por día adicional de tratamiento.
El no iniciar de forma oportuna la radioterapia adyuvante en los tumores de cerebro conocidos como gliomas, disminuye la supervivencia global en las personas con esta enfermedad. El retraso de más de 2 semanas después de la cirugía aumenta el riesgo de muerte en un 8,9%. Del mismo modo; retrasar el inicio de la radioterapia a más de 48 días después de la cirugía empeora la supervivencia de los pacientes con glioblastoma recién diagnosticado en alrededor de 7 meses.
Finalmente, en el caso, del cáncer de cabeza y cuello, el retraso en el inicio de la radioterapia demostró las peores tasas de sobrevida además de un peor manejo de la enfermedad. Los pacientes que tenían una media de sobrevida de 10.5 años cuando la radioterapia inicia en menos de 42 días después de la cirugía, esa sobrevida se reduce a 8,2 años si se inicia su tratamiento con radioterapia entre 43 a 49 días después de la cirugía.